Foucault, usos en educación

sábado, 13 de marzo de 2010

LA ECONOMÍA Y LA ÉTICA

Jose Camejo A.*

La economía es una ciencia social porque examina los problemas que las sociedades enfrentan debido a que los individuos desean consumir más bienes y servicios de los que están disponibles, lo cual ocasiona un problema de relativa escasez. Es preciso destacar que, los deseos son por lo general ilimitados y al parecer insaciables, en tanto que los recursos son limitados.

Es oportuno mencionar que, la sociedad no se reduce a la economía, pero no hay sociedad sin economía. El instinto de conservación y de realización lleva al hombre a buscar sustento y abrigo, y algo tan importante y tan indefinido como la “felicidad”, sueño poco material, pero que es vivido como esperanza envuelta en materialidades. Ese interés propio desarrolla la inteligencia y el “egoísmo” como motor del individuo; es una determinante de la condición humana y un aguijón infinito que a lo largo de la historia desarrolla de manera prodigiosa la racionalidad instrumental, conoce y descifra la naturaleza e inventa instrumentos y medios para conseguir sus objetivos vitales.

Ahora bien, en economía se habla de la economía positiva y de la economía normativa, la primera se refiere a “lo que es o a lo que será”. La economía positiva busca explicaciones objetivas del funcionamiento de una economía, ejemplo de esto es el estudio de la oferta y demanda. Sin embargo, la economía normativa se refiere a “lo que debe o debería ser”, respondiendo a unos criterio ideológicos, políticos o éticos, esta economía ofrece prescripciones para la acción basada en juicios de valor personales.

En este contexto, la ética es una de las tantas ramas de la filosofía, por lo tanto, es aquella ciencia, que estudia las cosas por sus causas, de lo universal y necesario, que se dedica al estudio de los actos humanos. No obstante, los fundadores de la economía, los clásicos, principalmente Smith y Marx, establecieron la estrecha interrelación que existía entre la economía política y la filosofía, argumentando que las concepciones éticas y morales de la sociedad están históricamente condicionadas por el carácter de las relaciones económicas imperantes en la misma, cual era el capitalismo y sus derivaciones de mercado.

Al respecto, Adam Smith el padre de la economía clásica, había advertido, que los mercados debían estar regidos por valores éticos como la honradez, la prudencia, la transparencia, y la confianza mutua, de lo contrario, podrían funcionar muy mal.

En este sentido, existe la necesidad de destacar la relación de la economía con la ética donde: 1.- El ser humano busca la vida buena (vida feliz, plena, cumplida…), que requiere una serie de condiciones mínimas o algunos elementos o bienes parciales que la faciliten; 2.- La economía se ocupa de la riqueza, que debe ser considerada un bien del hombre, uno de los elementos que integran (pero no definen) la vida buena. Dinero y riqueza no son malos en sí. Son medios con los que la persona se puede perfeccionar, y con los que se puede hacer bien. Los problemas surgen cuando se antepone la riqueza a lo demás y cuando todo se ve bajo el prisma del dinero, y 3.- La economía no es exacta ni autosuficiente. Necesita de otro saber. Su visión del humano es parcial, y debe subordinarse a la ética, más global y general, pues estudia a la persona. Los valores económicos deben regirse por valores morales.

Asimismo, existe la necesidad de aplicar la ética a la ciencia económica como a la actividad económica se aprecia en dos (2) ámbitos distintos pero relacionados, debido a que ha traído como consecuencia la separación de los países del mundo en ricos (desarrollados) y en pobres (subdesarrollados, tercermundistas); en cuanto a las empresas como conseguir que en ellas, núcleo de la actividad económica, lo económico se subordine a lo ético.

En tal sentido, con este planteamiento se reflexiona que la ética está en severo declive con respecto a proyectos inmobiliarios, turísticos, de infraestructuras, etc., en los que suelen enfrentarse los intereses económicos y los socioambientales. Por consiguiente, en Venezuela podemos enriquecer la economía de mercado con la ética y la espiritualidad del ser humano. Nadie discute ya seriamente en el mundo la superioridad de la iniciativa privada y de la libre competencia, cuando de producir bienes baratos y masivos se trata.


*Estudiante de la Especialidad en Docencia Universitaria (UNERG, Venezuela)

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