Cristina Scott B.*
Porque siempre tenemos que reflejar nuestros ímpetus, sin antes detenernos a pensar en nuestras acciones y el porqué de esa reacción que a veces es tan desagradable, afecta de una manera a quienes están a nuestro alrededor. A veces pienso que un sin fin de estas acciones someten nuestro entendimiento y en vez de llevarnos hacia el mañana, nos regresan a la época de las cavernas, aunque como no viví esa época no puedo aseverar si esta suposición que me hago es en realidad un hecho.
Los valores y las buenas costumbres se están perdiendo en nuestro entorno educativo y se puede decir que abarca también otros niveles, donde el respeto hacia nuestros congéneres son simples pretextos y no una verdadera motivación de querer demostrar apoyo, interés y comprensión, esto llega a un punto que aparenta su desuso o perdida completa, son pocas las personas que lo practican en su haber.
Hoy en día las necesidades se vuelven más egoístas tanto estudiantes como educadores, fomentan solo sus intereses y rectifican solo lo que les concierne por encima de los deseos de los demás. El pensar en comunidad, en conjunto, en sociedad “ya no se estila”- tal como lo diría un crítico de la moda.
El educador debería ser el primero en fomentar la recuperación de esa cualidad tan bonita y tan generosa como es el saludo y el respeto ante el alumno como actitud digna de emular y compartir para lograr una mejor comprensión en el ámbito en que se desarrolla el aprendizaje. Nuestra vida se ve opacada por la falta de interés en querer preservar estas costumbres que reflejan la cortesía; cada vez es más difícil encontrar personas que valoran y avalan estas ideas. Parece que las respuestas groseras están constantemente a la orden del día y las personas presentan un desinterés total de querer cambiar de actitud. Se asume que en parte se debe a la manera en que se llega a un nivel de crianza, donde los padres eran los primeros en inculcar en el niño estos valores. ¿Qué nos está pasando? Nos gusta jugar con los sentimientos ajenos y algo nos impulsa a recrear una actuación, donde no importa quien salga herido, deberíamos retomar aquella frase que dice “No hagas, lo que no quieres que te hagan a ti” y asumo que el mundo cambiaría para mejorar. Solo vuélvanse a preguntar ¿Qué nos está pasando? ¿Quién tiene la respuesta? ¿Seremos nosotros o el medio en que nos desenvolvemos?.
*Estudiante de la Especialidad en Docencia Universitaria (UNERG, Venezuela)
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