Isabel M. Feliú G*
Existen comunidades étnicas y campesinas alejadas, culturalmente hablando, de los polos de Desarrollo moderno; a las cuales ciertos tipos de proyectos y programas sociales ocultan un tipo de “etnocidio”, o sea, una destrucción paulatina de la cultura de esa comunidad, lo cual trae consecuencias mas negativas que lo que se quería eliminar en un principio. Un ejemplo típico de estas acciones, cargado de buenas intenciones en nombre del “Desarrollo”, se presentó hace algunas décadas en una comunidad africana, cuando algunas asociaciones de ayuda humanitaria, realizaron excavaciones de pozos en una zona sumamente árida, esto con la intención de “liberar” a las mujeres, a quienes les correspondía ir a buscar el agua a kilómetros de sus viviendas. Los pobladores aceptaron amablemente esta ayuda, y todos parecían estar muy contentos con los pozos construidos en medio del pueblo; tanto los beneficiarios como los benefactores. Sin embargo, muchos pozos quedaron rápidamente sin uso. Parecía que los "desarrollados" no querían beneficiarse con la ayuda de los "desarrolladores".
Una investigación un poco profunda logró finalmente encontrar el problema: el agua es cosa de mujeres en muchas etnias africanas, y el hecho de salir en grupo del pueblo a buscar agua permite a las mujeres entablar una comunicación libre, lejos del oído y la mirada inquisidora de los varones que dominan el espacio público del pueblo. El hecho de haber excavado el pozo en medio del pueblo condenaba las mujeres a abandonar uno de los pocos espacios de libertad que tienen para intercambiar entre sí, cosa inaceptable para ellas. Por eso, los pozos quedaron como recuerdos fotográficos para comprobar el "buen uso" de los recursos del proyecto de "Desarrollo".
Este ejemplo, como miles de otros, nos permite analizar la falta de ética y eficacia que condena un proceso de Desarrollo definido a priori, desde el exterior, sin comprensión, ni consulta, ni participación de la población concernida, a partir de un enfoque cultural etnocentrista para determinar lo que debe ser el “Desarrollo”, lo que debe ser “lo mejor” para la población. Este "Deber ser" impuesto, es la causa fundamental de un hecho poco comentado pero muy conocido, el hecho de la resistencia al cambio, a aceptar el desarrollo, que si bien es en beneficio de una comunidad, ésta no pertenece a sus raíces.
Este ejemplo nos permite definir lo que sería un Desarrollo social ético, tan exigente como la ética misma, y a veces poco practicado por agentes de Desarrollo llenos de buenas intenciones, pero con prácticas paternalistas y asistencialistas, de las cuales la Universidad no debe ser cómplice.
A pesar de las apariencias, sólo el más estricto universalismo moral permite asegurar el respeto a los hábitos culturales de cada comunidad humana y su autonomía en el proceso de definición de su Desarrollo, evitando caer así en un etnocentrismo moral. En efecto, el empirismo moral, de corte comunitarista (ética basada en la cultura de la comunidad) o eudemonista (ética basada en la felicidad), conduce siempre, o bien al relativismo ético (todo es posible, no hay reglas morales válidas universalmente, todo depende de la comunidad), o bien al dogmatismo cultural lo más peligroso (nuestra manera de ver la vida debe ser impuesta a todos los demás porque nuestra cultura es mejor).
Reconocemos lo que es moral, como lo que se debe absolutamente hacer o respetar; es decir lo que vale tanto para mí como para todos los demás, cuales sean ellos. Es lo que ocurre cuando por ejemplo sufrimos un daño moral. Decimos entonces: “¡es inmoral! Nadie debería hacer esto!” Pronunciamos un juicio que pretende concernir a todos, incluso nosotros. Si el deber moral es lo que todos deben hacer, lo que sería inhumano no hacer; la racionalidad ética se definirá siempre a partir de la validez universal de un principio de conducta: Es moral lo que debe ser universalizado; es inmoral lo que nunca nadie debe hacer; y es amoral (es decir indiferente desde el punto de vista ético) lo que puede o no hacerse según quiera el individuo.
*Estudiante de la Especialidad en Docencia Universitaria (UNERG, Venezuela)
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