José I. Gómez*
La educación, en un sentido amplio, juega un papel fundamental en la transformación de la naturaleza y del mundo. Por lo mismo, constituye uno de los instrumentos más poderosos para realizar el cambio. Por ello, debe reconsiderarse la complejidad y rapidez de los cambios y de lo imprevisible que caracteriza al mundo.
El mundo se encuentra envuelto en un camino oscuro de perversión o en un camino que cree ser “Lo Correcto en lo Incorrecto”. Vivimos en un tiempo donde “todo se vale”, que ahora se ha constituido una situación que hace añicos la “era del deber” de las éticas de responsabilidad y conciencia histórica. Y los principios y valores familiares se desvirtúan, perdiéndose el verdadero sentido a la familia, “el mundo educa de tal sentido drástico” que no existe vuelta atrás.
El ser humano entrega su responsabilidad de educador al mundo y todo se encuentra bajo el “halo protector” del neoimperialismo, desde el pragmatismo político que diluye cualquier principio o ético o moral, especialmente, no se respeta la vida, la libertad, la justicia y la democracia como formas que hacen posible la convivencia pacífica.
Es necesario recuperar al sujeto que ha sido reducido a medio y no a fin del acto educativo. Esta es la recuperación del yo-tú y del “nosotros”, esa nosotridad ontológica concebida y formada por seres comunitarios. Es urgente volver al ser humano, al ser humano antagónico situados en la historicidad; regresar al pasado, al ser con los otros como ser social.
La ética de la educación debe tener como objetivo fundamental la formación de seres humanos éticos (virtuosos) que revaloren y resignifiquen axiológica y epistemológicamente la vida,
La propuesta es la recuperación del hombre como sujeto responsable de su hacer y quehacer en el mundo y con los otros; es la defensa de los derechos humanos, lo cual invita a reflexionar sobre una filosofía de la educación concebida y definida como proyecto para la vida, sólo realizable en la vida misma, en la existencia cotidiana, con la pretensión de universalidad.
La educación a través de la palabra y el diálogo, debe ser el espacio transformador del mundo desigual e injusto, desde la práctica educativa en el accionar del sujeto, ávido de adquirir y producir conocimientos compartidos y socializados. Esto es asumir la responsabilidad personal de pensar, valorar, dialogar y actuar en el contexto educativo y social.
En el interior del ser humano se encuentra los sentimientos positivos y negativos, los valores y principios, que se expresan a través de la palabra y los intercambios dialógicos responsables. Porque por la palabra se muestra al ente y se devela el Ser como Totalidad. Porque el Ser, “se muestra a través de la palabra”. Los seres humanos no se hacen en el silencio, sino en el diálogo y comunicación horizontal; en el trabajo, la acción, la reflexión y en nuestras formas de conducta moral asumidas responsablemente.
Es en la sociedad donde se establecen, reconstruyen y conforman los valores éticos, políticos, económicos y culturales; donde se producen aspectos positivos y negativos, del pensar y del hacer del sujeto social e individual; los comportamientos, responsabilidades y compromisos colectivos y consigo mismo y la sociedad. La educación es el medio por el cual se analizan, critican y transmiten valores, reglas y formas de conducta moral, social, política e histórica de la comunidad.
La posibilidad de una educación para la vida en sociedad deberá ser el principio regulativo del acto educativo, porque se educa para la vida, pero “en la vida misma”, más no para una vida futura que quizás no veremos o no existirá. La vida en sociedad es el mayor aprendizaje para que los individuos adquieran conciencia de su ser. En la inteligencia que, “todos aprendemos de todos”. Esto exige comprender mejor al otro y al mundo. Es la reclamación de un entendimiento mutuo de diálogo pacífico en armonía, donde la ética y la educación para la vida se fundan en una “utopía esencial” que supera el cinismo, la resignación y la corrupción. Esto es liberarse como sujeto proyectivo y transformador de sí mismo y del mundo.
Sociedad, región, pueblo, comunidad, deberán estar basados en la actualización, la adquisición y el uso en la producción de conocimientos, porque la educación tiene que adaptarse, en todo momento, a los cambios de la sociedad, sin por ello dejar de transmitir el saber adquirido, los principios y los frutos de la experiencia solidaria con la comunidad, la sociedad, con “nosotros” y los “otros”.
Ética y educación no es la dualidad de dos términos convencionales interconectados por la conjunción “y”, sino, más bien, es la relación asociante compleja, donde se conjugan los ideales de la sociedad en la educación de los individuos; en el amplio sentido griego, donde se combina ética y educación en la reflexión y la crítica de las morales y las contingencias históricas que buscan adquirir validez y significación. Este es un requisito indispensable para cumplir su función crítica de evaluación racional de los sistemas morales históricamente existentes, pero, a la vez, de realizar el proyecto de ser humano libre y feliz.
El ciudadano tiene que llegar a sentir y a comprender que los esfuerzos en las realizaciones sociales sólo llegan a tener buen término si se consigue la cooperación y la solidaridad de todos, o mejor aún, si se logra la subordinación de los individuos a los objetivos del bien común. La simple coexistencia humana no es algo que se improvise, ni es algo innato; el individuo posee la capacidad para aprender a coexistir, pero precisa ser educado para ello, tiene que aprender y realizar ciertas virtudes y funciones. La educación tiene como fin último el ser una educación para el estado, porque no hay Polis genérica, sino ésta o aquélla, y una se diferencia de otra precisamente por su politeia o constitución. La educación es un proceso que envuelve a la sociedad y al hombre.
*Estudiante de la Especialización en Docencia Universitaria
Imagen tomada de http://www.bligoo.com/user/tag/16/educacion
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