Luisana Garcia*
El docente en servicio tiene mucho que aportar a su propio proceso de formación y es inadmisible e irresponsable promover una actitud apática y pasiva, pues eso será lo que aquel modele a sus alumnos posteriormente.
En cuanto a la resistencia ofrecida por los docentes en servicio y formación ante la experimentación e inclusión del computador como herramienta de apoyo al aprendizaje, en la mayoría de los casos los docentes se muestran renuentes a tocar el tema, por miedo a verse superados por sus alumnos, quienes sí han tenido un acercamiento a estas tecnologías, al menos por la vía de los video juegos; definitivamente la teleinformática puede modificar por completo las relaciones alumno-docente y la manera como se accede al conocimiento. Los cambios sociales exigen replantear el papel del docente y la educación. Lo anterior conduce de inmediato al replanteamiento del currículo para la formación y actualización permanente, con la finalidad de adecuar sus prácticas, a partir de una sólida fundamentación pedagógica que responda a los requerimientos que efectúa la sociedad del conocimiento, en la que no basta con poseer la información, hay que saber cómo usarla y a qué conectarla, dónde es pertinente colocarla y bajo qué formato es más fácil de comprender y hacerla más accesible.
Formar docentes al margen del uso de la informática no sólo es irreal, sino perjudicial en cuanto al impacto que esta debilidad tendrá en la educación de las futuras generaciones, no sólo por los aspectos técnicos asociados al uso pedagógico de la computadora, sino por la perspectiva holística, global e integradora que logra desarrollar en quienes la asumen como herramienta para el autodesarrollo.
Ante las dificultades de equidad que presenta la incapacidad para abarcar a los grupos poblacionales de menores recursos en acciones formativas de avanzada, el recurso docente se erige como alternativa para preparar a los ciudadanos desde el nivel inicial, partiendo de una perspectiva flexible y enriquecedora, desde la cual sea factible el progresivo desarrollo de una actitud autogestionaria ante el proceso de aprendizaje y de esta forma perfilar un criterio propio y selectivo para valorar la importancia de la educación y así generar opciones de autoformación permanente accesibles y de carácter continuo.
Por muchos medios tecnológicos de que disponga un centro educativo, el profesor y el estudiante siguen siendo el protagonista de la acción pedagógica; realmente la preocupación expuesta de continuo por algún sector de los educadores, sobre si serán desplazados por las Tecnologías de Información y las Comunicaciones (TICs) parece responder a los temores que genera la inseguridad derivada de las necesidades de formación en la materia.
*Estudiante de la Especialización en Docencia Universitaria (UNERG, Venezuela)
Imagen tomada de http://cazadorticc.bligoo.com/content/view/330776
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