Gabriel Magaña Gonzalez
Yo creo que mi padre no lo sabe, pero una de sus anécdotas humorísticas de su experiencia en la universidad es una de mis favoritas y primeras lecciones del éxito.Mi padre asistió a la universidad en Morelia, México. La universidad que asistió era del tipo en el cual todos los profesores eran monjes. Por consecuencia, eran muy estrictos con los estudiantes. Esto le sirvió (y continua a servirle) mucho a mi padre ya que a consecuencia, mi padre siempre hace un trabajo bien hecho en todo lo que intenta. No porque mi padre es perfecto, sino porque conscientemente hace el mejor trabajo posible en todo lo que intenta. Pero ese es otro tema.
La historia que mi padre cuenta es esta:
Cuando estudiaba matemáticas, trabajaba sin calculadora, pues no existían. Teníamos regla de cálculo, pero no nos permitían usarlas, y para el tipo de problemas que nos asignaban, ni hubieran ayudado. En un típico examen, el profesor puso el examen entero en el pizarrón, consistía de tres problemas que resolver. Podíamos usar cualquier libro o material de referencia que quisiéramos, pues los problemas no estaban en ningún libro. Así que al escribir los problemas, el profesor procedió a marcharse del salón para darnos tiempo de resolverlos. Al salir vio nuestra expresión en la cara al ver la dificultad de los problemas. El profesor nos dijo estas palabras de consuelo: Oigan, si no pueden resolver estos problemas, no se preocupen. En realidad no hay nada que temer, en serio. No pierdan sueño si no pueden resolver esto. No solo se necesitan ingenieros; alguien tiene que limpiar los baños, barrer los pisos, cargar materiales de construcción; en fin, no se preocupen en lo más mínimo. Ninguno de ustedes se va a quedar sin trabajo si no pueden resolver estos problemas perfectamente. Después del discurso motivacional, se marchó y nos dejó para contestar el examen.
Cuando me contó esta historia mi padre por primera vez, mi reacción fue típica: Que profesor tan cínico y malo. Qué bueno que ya no hay profesores así en el mundo. !Por lo menos que bueno que no me tocó ninguno así a mí!
Pero mientras más observo y más aprendo, me doy cuenta de cuanta verdad había en los comentarios fríos de ese profesor.
Todo esto puedo ver yo como verdadero en el comentario del profesor:
- Llegar a ser “alguien” es difícil
- Vale la pena hacerlo precisamente porque es difícil
- Si fuera fácil, no sería extraordinario, y si no fuera extraordinario, por definición sería mediocre. Ser ingeniero (y más en esos tiempos) es ser extraordinario. Por lo tanto, no va a ser fácil.
- ¿Para qué te estresas? Si has decidido perseguir algo que vale la pena, haces lo que se requiere. Si no, no.
- Siempre tenemos la opción de ser mediocres. Siempre. El camino fácil (no estudiar y no resolver los problemas, por ejemplo) está siempre a la mano. Siempre es una opción. En cuanto uno desee tomarla, la toma uno.
- Hay muchísimo espacio en el mundo para la gente mediocre. Por definición, lo mediocre está presente en todos lados y en la mayoría de la gente.
- Si eres mediocre, está bien. No hay un imperativo de la vida que diga que uno debe de ser extraordinario. Ser mediocre es lo normal. No hay nada de malo en ser normal.
- Por último, si deseas ser excepcional y tienes la habilidad de serlo, no te atrevas a quejarte. Has el trabajo, aprende lo que debes de aprender, aprende a ejecutar bien. No hagas excusas, y si desarrollas el hábito de hacer lo que se necesita hacer para lograr lo que quieres, hasta entonces vas a ser excepcional.
En muchos aspectos se volvió una de los primeros puntos de referencia del éxito para mí.
Gracias padre, por mis genes, por tu amistad, y por plantar la semilla del éxito en mi mente con esta simple historia. Y bueno, creo que también le debo de agradecer a tu profesor. Hemos todos escuchado del profesor que cambia nuestras vidas, ¿pero cuantas veces hemos escuchado del profesor que cambia la vida de los hijos del estudiante tan directamente?
*Tomado de http://gabrielmagana.net/2010/06/no-todos-podemos-ser-ingenieros/