Foucault, usos en educación

domingo, 19 de agosto de 2012

FORMACIÓN PERMANENTE DEL DOCENTE

Gloribel Bravo 
CI 11.119.931
 
(Estudiante del Doctorado en Educación
Universidad Rómulo Gallegos
Materia: Gestión Investigativa
Docente: Dr. Alberto Torres) 
INTRODUCCIÓN

Hoy, una vez más, se plantea la urgente necesidad de transformar la praxis pedagógica del docente en atención a las exigencias del tiempo que ahora vivimos. En diferentes rincones del planeta existe el reclamo de que los docentes deben ponerse en sintonía con lo que está sucediendo más allá de los límites de los espacios donde desarrollan sus actividades. En algunas ocasiones ese llamado parece ligado a los viejos problemas no resueltos, mientras que en otras, surge como producto de la concienciación de nuevos desafíos a los que debe enfrentarse el docente. Se evidencia un descontento, una insatisfacción y un deseo de cambiar y mejorar lo que se hace en política de formación docente.
Ante esto el presente ensayo tiene por objetivo realizar una lectura analítico critica de la política de formación del personal docente ya que esta debe ser asumida como un proceso integral y permanente, una actitud ante la vida y la país y sociedad que queremos, con docentes comprometidos con los cambios, con conciencia critica, autónoma, humanista, investigador, reflexivo, revolucionario, solidario, participativo, transformador, consustanciado con la realidad socioeconómica, política y cultural en los diversos contextos: local, regional, nacional, continental y mundial.

LOS DÉFICIT DE LA FORMACIÓN PREVIA

En relación a la formación previa del docente, aparecen una serie de limitantes, entre los cuales se pueden precisar la no profundización y el no manejo teórico – práctico de contenidos tales como:

-       Las diversas teorías o concepciones del aprendizaje.
-       Tendencias didácticas y metodológicas.
-       Concepciones y prácticas de la metodología de proyectos.
-       Sistematización de las innovaciones pedagógicas.
-       Análisis de los paradigmas socioeducativo.
-       Concepciones curriculares.

Frente a los anteriores déficit de la formación previa, el docente debe estar en un proceso continuo de formación, no se trata de tener algunos espacios formativos o implementar algunas actividades más o menos periódicas sobre ciertos temas de interés. Se trata de crear un ambiente de reflexión permanente sobre el ser, el haber y el acontecer del docente, su acción pedagógica, de modo que el centro educativo se vaya asumiendo como un espacio para la reflexión, y aprender a enseñar.

El ejercicio de la función docente adquiere una nueva dimensión y requiere de un educador con competencias realmente solidas, tanto en el componente personal como en el profesional. Esto significa que el docente tendrá que ganar mayores niveles de democracia, autonomía, responsabilidad y control frente a la sociedad dentro de la cual se desarrolla la práctica escolar.

Es lógico pensar que para adquirir estas ganancias, la formación del docente no puede ser vista solo a partir de rasgos personales o académicos. Las situación es más compleja y debe encararse desde la perspectiva de los procesos sociales pedagógicos que pudieran conducir al desarrolla de una nueva cultura profesional.

El docente del siglo XXI  tendrá que enfrentarse a un proceso de desarrollo acelerado que impulsará nuevas tecnologías, nuevas formas de vida y mayores riesgos de pérdida de identidad y de otros valores hoy establecidos en nuestro canon moral.

Esta verdad indetenible obliga a colocar en espacios de reflexión a tres componentes básicos de esta dimensión:

-       La formación y actualización de los formadores de docentes.
-       El proceso de formación y profesionalización de los docentes.
-       La actualización permanente de los docentes en servicio.
-       Desde la perspectiva de la formación, los docentes tienen sobre sus hombros una responsabilidad sustantiva en el desarrollo y el futuro del país. Está suficientemente comprobado que ellos han sido a través de todas la historia, los sujetos estratégicos para el desarrollo de las civilizaciones.

Desde este punto de vista, es necesario revisar la actitud de los formadores ante los cambios necesarios, su nivel de actualización para abordar los componentes sustantivos del cambio y la pertinencia de los programas que orientan su formación.

En atención al docente que exige el país, es elemental abordar las cuatro fortalezas más elementales en cuatro bloques de formación: ética, cultural, pedagógicas y práctica.

EN EL BLOQUE ÉTICO, el desafío es construir la vocación del futuro profesional de la docencia. Es una obligación de las instituciones formadoras de maestros, fortalecer, en primer lugar, el ethos, es decir la mentalidad moral y el conjunto de creencias que el maestro debe consolidar con respecto a la misión que el país le encomendará. Como señala BREZINKA, (1990): “El ethos profesional alude al conjunto de las actitudes morales que una persona tiene para con su trabajo profesional y para con las tareas y deberes propios de su carrera”. En términos psicológicos el ethos sirve como criterio para la valoración moral de lo que uno piensa, proyecta y hace. Del ethos depende que un profesional piense que un tipo de comportamiento se ajusta al deber y otro se opone. En este caso, el ser del maestro estaría conformado por sus sentimientos morales, religiosos, cosmovisionales, políticos, estéticos y también las convicciones científicas.

EN EL BLOQUE CULTURAL, el docente del futuro deberá profundizar el las dimensiones sociales, culturales y económicas de América Latina y, particularmente, de Venezuela.

Hasta hace poco cada país de América Latina parecía construir una totalidad con aspectos económicos, políticos y sociales que le eran muy propios y que determinaban sus limites. En la actualidad, esta definiciones se desdibujan y nos colocan en un torbellino de intercambios sin fronteras en las que nuestras forma de pensar y de actuar se encuentran condicionadas por el fenómeno de la globalización.

Desde este punto de vista, los procesos de enseñanza y aprendizaje, los esquemas sociales, los valores y los ideales son elementos interactivos que sustentan la construcción de una cultura en permanente evolución. Los sujetos que integran la sociedad participan activamente en ese proceso constructivo, compartiendo experiencias, rasgos culturales y problemas comunes.

Esta realidad, existentes en todos los espacios latinoamericanos presenta una coincidencia común que afecta particularmente el aprendizaje individual y colectivo de la población de cada nación. Es necesario entonces, fomentar en todos los actores sociales la solidaridad en el logro de destinos similares, así como también en la búsqueda de cambios y mejoras para todos.

Como señala Álvarez (1995) “Las naciones iberoamericanas constituyen un grupo de extraordinaria variedad, riqueza y unidad, con amplias ventajas competitivas para la formación de una comunidad internacional de aprendizaje que permite compartir conocimientos, instituciones, empresas científicas, redes de información, soluciones, utopías y visión de destino histórico”.

Desde esta perspectiva la capacidad de la escuela, la familia, la iglesia, las organizaciones privadas y la sociedad civil el general para contribuir en el progreso humano de la población, al combinar la sabiduría acumulada a lo largo de los siglos con el producto de la nueva tecnología, no es ahora una utopía, sino una realidad perceptible y alcanzable.

EL BLOQUE PEDAGÓGICO, en la formación de los docentes del siglos XXI deberá balancearse entre el saber y la práctica real de la educación.

Entonces, podemos decir que el saber es la esencia teórica que facilita la transferencia y regula la práctica escolar.

A partir de estas reflexiones podría deducirse que la preparación de los docentes en el terreno pedagógico propiamente  dicho requiere de un modelo de formación centrado en el proceso y el análisis.

En el modelo centrado en el análisis, formarse significa adquirir y aprender continuamente. Este modelo se sustenta es lo imprevisible y lo no dominable . Analizar significa, definir los componentes de un conjunto, sus interacciones, sus disposiciones en torno a la manera de aprehender su estructura y su funcionamiento. Los tipos de análisis a los que podemos recurrir en el campo educativo son infinitos y se corresponderán con la pluralidad de las situaciones, instituciones, prácticas, discursos, programas tecnología.

Como dice ferry (1992): “El análisis significa mucho más que un conocimiento: es una producción de sentido, una apertura para actuar… Dicho de otra forma, la pedagogía centrada en el análisis fundamenta su formación en una articulación entre la teoría y la práctica, donde el tipo de beneficio que aporta es de regulación….Esto excluye que la práctica pueda ser formadora por sí misma si no es objeto de una lectura con ayuda de un referente teórico.”

En términos generales, lo que los futuros maestros y maestras logren prepararse para elaborar ellos mismos los instrumentos de su práctica y los medios para su propia formación, entendiendo que cada situación pedagógica requerirá de su propia plan

El bloque práctico de la formación debe facilitar el representar, dramatizar situaciones pedagógicas en las cuales la metodología y la didáctica sean el centro de la discusión. En el trabajo previsto para este componente la concepción de aula – taller privilegia la interacción como situación de aprendizaje, vincula proceso con las necesidades e intereses del sujeto que aprende, produce cambios que se manifiestan en el comportamiento del  aprendiz, va conformando una matriz de aprendizaje que el sujeto utiliza para
Interpretar la experiencia y se genera una situación de contacto directo con el medio en el cual se desarrolla la acción.

Si se interpreta la práctica profesional como un taller permanente en el cual la investigación sobre la realidad es la actividad que le otorga sentido, validez y permanencia a los procesos de enseñanza y aprendizaje, entonces las posibilidades de cambios sustantivos en las aulas se multiplican.

CONCLUSIÓN

Concluyendo se puede decir que la formación permanente entendida como un proceso de aprendizaje que abarca toda la vida, tiene como finalidad desarrollar un docente con las siguientes competencias:

Fomente una actitud crítica con respecto a los cambios educativos planteados en su realidad y propicie el análisis de ellos.

Propicie los procesos de autor reflexión como instrumento para la transformación de su quehacer pedagógico.

Proponga innovaciones que tengan como base la investigación realizada en su entorno.

Conozca y practique las teorías del aprendizaje más relevantes y actuales para su quehacer pedagógico.

Integre las diferentes áreas curriculares en un marco de globalización.

Consolide un perfil de procesos, habilidades y destrezas desde su propia formación.

En definitiva un docente que cambie de posición de estar desde hace mucho tiempo frente a sus estudiantes, ahora se encuentra a su lado como facilitador- mediador del proceso enseñanza- aprendizaje. Para esto es necesario promover el perfil del docente investigador, reduciendo o simplificando las especializaciones tratando de formar un docente integrador, que atienda a las necesidades reales de los planteles, de los niveles y modalidades, en donde, desde el punto de vista de los contenidos se “Enseñar- transformar, desde el ángulo cognoscitivo: el manejo de las teorías del aprendizaje, didácticas, estrategias metodológicas. 

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