Jeroh Montilla
Basta
tomar un texto actualizado sobre la historia de la cultura humana para darse
cuenta que, desde el primer vestigio cultural de nuestra lejana antigüedad,
fichado o fechado por los antropólogos, hasta las últimas maravillas digitales
telefónicas, el ser humano es socialmente un amasijo de haceres heterogéneos,
dispuesto a la varianza, presto a diversificarse de manera casi irrefrenable.
Eso por una parte, sin embargo, por otra se evidencia, sobre todo en aquellos
que estudian el fenómeno, la tendencia contraria de intentar explicarlo
homogéneamente, de reducir esta diversidad al marco de leyes fundamentales, a
explicar mediante maniobras racionales que tal heterogeneidad no es tal, que en
verdad todo discurre sobre el riel de una simplicidad inmanente, que la pretendida
complejidad que nos asombra es en realidad una apariencia, y que solo basta
profundizar en simples leyes fundamentales para resolver tanta euforia
creativa.
Pero
este asunto de la simplicidad y la complejidad no es tan fácil. Desde los
griegos, y seguramente desde mucho antes, el hombre ha representado la
maravilla del universo con una expresión muy popular, la palabra cosmos. Todo lo que nos rodea, nos
contiene y nos conforma es el cosmos.
Esta expresión implica también otra palabra. Cosmos es obligatoriamente orden. Todo orden comprende una
explicación, es decir de una simplificación del universo. Pero al cosmos se
opone otra expresión: caos. Al
principio era caos entonces surgió el
hombre, este creó el lenguaje y de ese modo el caos fue
cubierto por el manto explicativo del cosmos,
el orden. Y desde ese momento el
hacer humano es debatirse entre tendencias cosmológicas en pro de contener la
expansión caótica del universo material y cognoscitivo. Nietzsche puede
ilustrarnos ampliamente en este drama.
En
estos tiempos del siglo XXI los físicos teóricos se devanan los sesos por
encontrar o construir una teoría final, una ley definitiva que amalgame la
potencialidad de las cuatro fuerzas fundamentales de la materia y la energía.
Es la misma pretensión que se observa en los científicos sociales. Caos vs
orden. Simplicidad vs complejidad. La verdad es que ambas tendencias no se
anulan, ni una termina por diluir a la otra. Sin embargo, podemos aventurarnos
con cautela en algunas afirmaciones: la búsqueda de simplicidad ha dominado
férreamente el escenario histórico, pero hoy la indomable complejidad adquiere
otro giro, ya no sólo como rostro de la realidad, sino como una postura, una
actitud. Ya no es un objetivo a ser resuelto por la simplicidad, sino que se ha invertido el papel, frente al dominio de esta última el
hombre contemporáneo se plantea la complejidad como una actitud de total
rebelión epistémica. Hoy el hombre deja atrás su añoranza edénica, apuesta a la
inseguridad paradigmática, adquiere mayoría para asumir el profundo sentido de
la complejidad: la incertidumbre.
Imagen tomada de http://www.jggweb.com/2007/11/18/orden-en-el-caos/
Imagen tomada de http://www.jggweb.com/2007/11/18/orden-en-el-caos/
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